miércoles, 13 de junio de 2007

A la Isla Maciel

-Por acá, nabo!- indicó Miguel Ángel señalando un pasillo escondido entre dos casillas. Lo seguí chapoteando en el barro que formaban las aguas servidas al correr por el centro del angosto pasaje como el arroyo de las callejuelas medievales. El cielo gris caía sobre nosotros desde la estrecha franja que demarcaban los techos de las casillas: dentro de ellas se vislumbraban personas, cosas, sombras; entes húmedos, oscurecidos por el invierno, los hechos, la culpa. Íbamos a la isla Maciel con un plan que mi primo gemelo parecía tener muy claro pero que para mí estaba deliberadamente empañado: sabía que los elementos básicos y necesarios que implicaba nuestro futuro inmediato eran la cuadra de prostitutas de la isla, el barro, los clientes "casi todos bolivianos" y el revólver calibre 22 que Miguel Ángel escondía en su cintura. Íbamos uno tras otro casi sin hablar, hundiéndonos en el barro de esos pasillos, adentrándonos con cada paso en un estado simbólico en el que los caminitos que se bifurcaban, la oscuridad creciente y el barro cada vez más espeso eran menos detalles de nuestro recorrido que metáforas del viaje -estaba tentado de decir sin retorno- que, iniciado con mi abuela, me había llevado a esta escala obligatoria; atravesando una realidad construida con elementos casi oníricos, esta etapa del recorrido en la que me veía era, fuera de dudas -casi lo único que resistía las dudas- el trasbordo que me alejaría definitivamente de todo lo que me había mantenido hasta ahora en un estado que otro tipo de personas catalogarían como inocencia.
En medio del chapaleo, de las miradas furtivas al interior sórdido de las casillas, los elementos de aquello que íbamos a buscar -para mi primo gemelo algo, un sentimiento, que yo presentía como similar al deseo de aventuras; para mí, la certeza de algo que equivalía a mi muerte y resurrección asumidas con la increíble indiferencia de un fatalismo que me era ajeno- giraban alrededor de mis ojos creando imágenes que me causaban cierta gracia: me veía como un personaje de historieta golpeado, con pajaritos rodeándole la cabeza. A diferencia de éstos, mis pajaritos giraban en forma más abstracta, se trataba de conceptos más difíciles de visualizar, menos reales y a la vez más reales que cualquier pájaro: el sexo oscuro, el inconsciente, la muerte.

9 comentarios:

iracundos dijo...

me gusta mucho el juego que proponés del lo medieval al principio del texto y la oscuridad del sexo hacia el final. me parece una construcción muy buena. y lo de los primos gemelos. lo disfruté mucho. saludos, López.

Satamarina dijo...

volveré

a leer


saludos,

Anónimo dijo...

hoy me puse al día
hubiese preferido esperar a que lo termines
como siempre la anciedad ante todo
voy a ver si te agarro dormido y te saco el resto de la historia
besos

TiTo A. dijo...

López, las villas son los sitios que más me hacen pensar en un villorrio del medioevo. Lo del primo gemelo tiene su porqué, ya saldrá a la luz.
Marina, pasá cuando quieras; sos invitada de honor por tu excelente sentido del humor.
Agos, te prometo más regularidad, aunque no creo que la frecuencia sea más que semanal... Si me agarrás dormido, yo te agarro durmiendo, que conste (¿la diferencia entre dormido y durmiendo? había un chiste grueso al respecto).
Gracias totales a todos (si facturara una fracción de lo de Cerati, usaría la frase a diario). Mi corazón se nutre de vuestros comentarios. Nunca falten.

iracundos dijo...

había algo, que omití en el primer post por creer tal vez desmedido, que me gustaría agregar respecto de este texto. es esa operación, quizá no del todo consciente, que pasa en el inicio y, según entreveo, cierra hacia el final. tiene que ver con la idea de lo medieval, esa imagen tan justa que decís que representa la villa, a la que agrego una percepción de lo sexual también desde lo oscuro, lo medieval. Por estos días hay una idea del sexo que está iluminada plenamente desde lo masculino, la idea de satisfacción, de llegada, de lo macho. Una idea del sexo muy respetada y alardeada por muchos escritores jóvenes. Sin embargo tu texto me parece que suma algo de un orden distinto a eso, el sexo en la isla maciel es muy específico, está muy determinado por la exclusión y el odio de la sociedad hacia los pobres y vos lo ponés como la causa de la pérdida, la salida de la infancia. En eso también percibo lo medieval, como si el encuentro sexual pudiera darse sólo después de levantar una pesadísima sotana y fuera posible sólo si hay represión de diversas índoles. Ahí es donde tu texto me gusta mucho y donde le veo valor ideológico. Bueno, Tito, un placer haber encontrado tu blog. Ojalá nos vengas a leer algo de esto a los encuentros de Carne Argentina. Saludos. López.

Unknown dijo...

Bueno tito, otra entrega genial de la novela. Como siempre y cada vez más, la carga emocional, nos permite meternos de lleno en los escenarios, y tus vivencias se hacen cada vez mas tangibles. No es dificil verse a uno mismo transitar los pasillos, chapoteando en el espejo multicolor (o recordar ese entorno se sombras y penumbras en el atardecer gris y naranja). Sin desperdicios como tratas el punto de inflexion de la inocencia en esa experiencia de sexo oscuro como el entorno.
Un punto en contra para destacar, cada vez es mas ansiosa la espera para la próxima entrega. Te felicito loco.

Kaitos dijo...

Recuerdos... las "chicas" asomadas a esas pequeñas ventanitas labradas en las paredes, a veces de cemento.

Las angostas calles siempre húmedas, los gritos, las corridas...

¡Espero con ansias la continuación!

Rogelio Ferreyra dijo...

chis - tégrue- so!! chis - tégrue- so!!

chis - tégrue- so!! chis - tégrue- so!!






... perdón, a veces no sé que me pasa....
... perdón, Tito, perdón , Agos

TiTo A. dijo...

Lopez, si bien "lo medieval" fue tangencial en la ideación de este capítulo, estoy de acuerdo en lo que planteás; lo sexual no como liberación sino como punto de partida de la represión (eso es casi la génesis de lo perverso). Pero lo que viene en las próximas entregas nos aclarará (creo) un par de cosas.
Gracias, manavwar; como a agos, te prometo más regularidad.
Kaitos, podemos organizar un viaje de exploración juntos, si le parece. Me gustaría ver las casitas ahora, después de tanto tiempo.
Roger, me preocupa más que nada cómo escandiste la frase: ¡tenés menos ritmo que una babosa!
El chiste lo contaba un tío correntino; más o menos, era así:
"¿Cuál es la diferencia entre dormido y durmiendo?¡La misma que entre cogido y cogiendo!"
No sé si lo entiendo.